martes, octubre 31, 2006

Destinos


¿Qué fuimos antes de nacer?

Nada.

¿Qué seremos luego de morir?

Nada.

¿Por qué morimos?

Porque el volver al hombre inmortal seria perpetuar un error.

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domingo, octubre 29, 2006

Mensaje urgente a los jóvenes del Mundo

Lima, La Molina, 29 de octubre de 2006
Queridos amigos:

Esta mañana, leyendo sobre Carlitos Marx, llegué a un punto muy importante y definitivamente clave de su filosofía: la alienación. Para el gran pensador alemán, la alienación es todo aquello que aleja al hombre de su naturaleza, de su deber ser. Entiéndase por deber ser a todo aquello que por nuestros conocimientos de los ideales de bien y de justicia hemos de alcanzar, aquello que nos vuelve humanos.

Siendo entonces la alienación (o enajenación) el alejamiento de la humanidad misma del hombre, es decir, una verdadera y vil deshumanización ¿no se le podría combatir?

La respuesta es sencilla: no sólo se le puede combatir, sino más bien, se le debe combatir. Y no con paliativos, buscando mitigar sus efectos, sino más bien eliminándola por completo.

Pero se preguntarán entonces: ¿qué es esto tan terrible que aleja al hombre de su ideal? ¿A que se refiere Marx con todo esta verborrea sobre el hombre y su alienación?

Pues ahora amigos, les digo: Cuando ustedes, al terminar los primeros estudios, quieren seguir una carrera profesional específica y sus padres y compañeros les dicen "¿Pero por qué esa carrera? ¿De qué vas a vivir? ¿Con qué te alimentarás?" y cambian de parecer por esos comentarios están siendo alienados. Cuando por el miedo al "qué dirán" no le dicen a la chica o chico que quieren "te amo" están siendo alienados. Cuando por miedo a la censura no levantan su voz en un grupo, están siendo alienados. Cuando son discriminados por sus creencias, sus luchas o sencillamente por quienes son, están siendo alienados.

La experiencia enajenadora es sencillamente aquella que no nos deja ser nosotros mismos, no nos deja vivir conforme a nuestros deseos de bien.

Es sencillo llamar rara o extraña a una persona y posteriormente apartarle, alejarle de la mayoría; sencillamente por ser distinto. Pero en realidad todos los seres humanos somos diferentes: nos pueden fragmentar y dividir en miles y miles de pequeños grupos y comunidades, haciéndonos creer que un negro no tiene nada que ver con un blanco sólo por su color de piel, aunque ambos puedan vivir en las mismas condiciones de pobreza extrema; o que los bolivianos son completamente distintos de los peruanos por la mera existencia de una frontera, aunque compartan raíces comunes y se vean amenazados por los mismos problemas económicos, políticos y sociales.

Somos todos distintos, es cierto, pero coincidimos en un punto que ha de ser inalienable: nuestra naturaleza, nuestra misma humanidad.

Pero hay gente a la que le conviene, sin duda alguna, que las personas y los jóvenes principalmente estén desunidos. El objeto de separarnos es justamente evitar nuestra unión y nuestra fuerza, evitar que la sociedad se vuelva un intelectual colectivo que realmente critique el orden existente y busque el cambio para bien. No desean que haya una juventud renovadora y revolucionaria (en el sentido de que apuesten por la transformación), una que busque dar un giro copernicano a su situación propia y a la de todas sus personas queridas, a la de su prójimo.
Por eso mis estimados hermanos, amigos, compañeros, compadres, camaradas, compatriotas o como quieran que les llame, les ofrezco el verdadero sentido de la revolución y la rebeldía que ha de ser propia de nuestra juventud: el de buscar ideales, el de formar una personalidad y una conciencia de la misma y no ceder ni un centímetro en la lucha por mejorar no sólo como persona sino también como miembro de la sociedad, de la comunidad, es decir, la unidad común de todos.
Pero no les digo que estén a la defensiva, no, sino todo lo contrario. Eviten el aburrimiento, ahonden en los conocimientos que son de su interés y a la misma vez salgan a tomar con sus amigos unas gaseosas o unas cervezas. No teman levantar el puño cuando vean una injusticia pero tampoco teman sonreír cuando su enamorada o enamorado les cuente algo gracioso. Encuentren individuos de verdad, personas que toleren las diferencias y que crean en la unidad, en esta nueva unidad que propongo. Ésta no será la Conspiración de los Iguales de Babeuf. Ésta habrá de ser la revolución de todos aquellos que somos distintos y creemos en la paz y la tolerancia; en la amistad y el amor sincero; en las utopías y el entendimiento de todos los pueblos.
En una palabra, hermanos, creamos en el deseo de bien, tan propio del ser humano.
Seamos, mis amigos, radicales, partisanos, cruzados de la Libertad. Nuestra Libertad.
Seamos quienes crean en aquello por lo que las generaciones que nos precedieron dieron incluso sus vidas.
Recordad: rebelarse más que un derecho es un deber.
No puedo evitar finalizar esta carta a la humanidad sin antes parafrasear al ya evocado Karl Marx:
¡JÓVENES DEL MUNDO, DIVERTÍOS!
Atenta y sinceramente,
Pedro Miguel Llanos Paredes

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jueves, octubre 26, 2006

Confesión

¿Qué pasa? No sé lo que pasa. No sé qué decir o cómo decirlo. Desespero ante mi incapacidad ya milenaria de pensar lo que digo y de decir lo que pienso.

(Maldita dialéctica)

Aún así me arriesgo, tomo una ridícula pluma e inicio con mi sangrado de sueños, cada día más enfermos.

Ya no tomo importancia a las cosas que pasan a mi lado. Sólo importan ahora las que pasan en el cieno, en la tierra, esa misma que quise conocer.

Creo que allí está la razón (o la locura dirían algunos) por la cual no me fijo en el otro mundo. No existe aquello que no me deja vivir. No puede existir. Antes de salvar almas quiero salvar vidas.

¡Condénenme al más profundo destierro las columnas más olvidadas del mundo! ¡Dejadme entrar en el hado funesto que me ha de aguardar por ser libre hasta más allá de todo horizonte!

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martes, octubre 24, 2006

Ofrenda

Mis ideas, mis ideales... y mis males... Las tres cosas que me forman, las tres cosas que me crean cotidianamente en el febril y diáfano temblor lleno de fervor conjurado por el curso atemporal de lo que se llama día. Las tres cosas son producto de la única fuerza cósmica existente que se conoce como "Bien" y se rompe en cada aurora con el cemento asmático de los edificios, en la ciudad flemosa y conjugada sin sujeto que la sostenga (o sostén que la sujete). Las montañas que se desploman sobre si mismas y las nubes que huyen raudas de nuestros lujuriosos deseos de asediar al paraíso no me escucharán gritar más.

Esas tres cosas; barro, luz y tiempo; justamente son las que te doy junto a mi culto enfermo y congraciado que converge en el silencio, manifestación (meta)física de mi sentimiento. Mi soñar... y quizá, pronto, luego, raudamente, pronto y luego (que no es lugar sino tiempo) algo más, algo menos... pero algo distinto quizá. Los instruidos dicen que existe una mayor probabilidad que sea más... y que sea directamente proporcional al tiempo que pase contigo.

Y aquí estamos de nuevo: jugando a ser papeles perfumados y palabras escupidas en la gran comedia en la que todos se ríen de todos y sólo son felices aquellos que creen serlo; olvidando la alienación, la plusvalía, cuánto vale el dólar, la lucha de clases, la correspondencia entre el ser y el saber... y quizás, sólo quizás... olvidando a la misma felicidad.

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